El triángulo

El triángulo es un instrumento metálico de la familia de percusión. Pertenece al grupo de los idiófonos, ya que su sonido es producido por la vibración que genera el golpe de la baqueta contra él.

Historia del triángulo

Tenemos constancia documental de instrumentos muy similares al triángulo desde el siglo X, aunque sus precedentes se remontan a instrumentos de percusión más antiguos, como el sistro. Esto se debe a que en muchos triángulos, incluso hasta el siglo XIX, se disponían anillos metálicos en la base, que otorgaban al instrumento una sonoridad especial.

El triángulo moderno se comenzó a usar durante el siglo XVIII, pero ya un siglo antes se conocía nuestro instrumento como “triángulo”, tal y como recoge un inventario alemán de 1589. Hasta entonces se denominaba “címbalo”. La Biblia de Wenceslao de Luxemburgo, del siglo XVI, incluye una miniatura del triángulo moderno; a partir de esta fecha conocemos su evolución por testimonios pictóricos.

 

Partes del triángulo

La estructura del triángulo es simple. Se trata de una delgada barra cilíndrica de acero en forma de triángulo, normalmente equilátero, que mide entre 16 y 20 cm.

Uno de sus vértices inferiores está abierto para permitir una mayor vibración.

No se agarra con la mano, sino que se suspende de un cordón anudado en el vértice superior o integrado en un agujero que se realiza en el propio cuerpo del triángulo.

Se toca con una varilla metálica específica del instrumento, aunque en algunos casos también puede percutirse con una baqueta blanda de tambor.

Actualmente existen distintos tipos de triángulo de diversos tamaños y grosores. También la calidad de la varilla influye mucho en el sonido. La música contemporánea explora las distintas posibilidades sonoras de gran variedad de triángulos y baquetas.

 

Técnica del triángulo

Aunque se trata de un instrumento sencillo, no debemos subestimar su potencial musical. Para dominar el enriquecedor timbre que aporta a los conjuntos instrumentales es precisa, al contrario de lo que se suele pensar, mucha práctica.

Es preciso desarrollar bien los músculos de la mano y los dedos para ganar velocidad y agilidad en los movimientos, ya que en función del margen concedido al triángulo para resonar, cambiará la sonoridad.

El triángulo se percute con la varilla, que normalmente se sostiene en la mano dominante, mientras el propio triángulo se suspende en el aire agarrando el cordel de la parte superior con la otra.

El sonido del triángulo puede ser abierto o cerrado, en función de cómo lo sostenga el intérprete. En el primer caso se deja resonar la vibración producida por el golpe de la varilla. En el segundo, se produce un sonido más corto y opacado debido a la oclusión que produce la mano sobre el cuerpo metálico.

El sonido del triángulo es agudo, pero de altura indeterminada, de modo que no se afina. Sin embargo, por su timbre brillante y potencia sonora puede sobresalir de la masa orquestal. Por su versatilidad también se puede percutir de forma casi imperceptible, aportando riqueza tímbrica.

No es inusual escuchar pasajes musicales, sobre todo en la parte final de algunas obras, donde se emplea la técnica del “trémolo”, consistente en percutir lo más rápidamente posible con la varilla los dos lados del ángulo superior, en un sonido continuo.

 

Papel en formaciones instrumentales

El triángulo se integra fundamentalmente en agrupaciones de instrumentos clásicos, como la orquesta sinfónica.

Su uso se generalizó en la orquesta desde mediados del siglo XVIII por influencia de las bandas de música militares turcas. Autores clásicos como Mozart, Haydn o Beethoven lo emplearon anecdóticamente, mientras durante el romanticismo ya encontramos autores que lo integran e incluso le hacen protagonista de sus obras, como Liszt, Brahms o Wagner.

Otros géneros que emplean el triángulo son el forró brasileño y la música tradicional de los cajunes de Louisiana. También aparece en música popular de villancicos y rondas, e incluso en himnos religiosos.